Comentario Evangelio de hoy Domingo 10 de Abril de 2016

El signo de la tenacidad (Juan 21,1-19)
Nuestra vida personal nos demuestra una y mil veces que lo mejor de nuestra vida no procede de nosotros mismos, que somos capaces de lo peor en cuanto nos despistamos. Siempre la bondad y la belleza, el amor y la gracia vienen a nuestra existencia como un don, como un regalo. Pero, ciertamente, hay que estar donde hay que estar para recibirlas. Las oportunidades sólo son tales para quienes están abiertos a acogerlas y para quienes se mantienen firmes cuando todo se pone en contra.
En la primera Iglesia, Pedro personifica esas dos condiciones, sabiendo de sus fragilidades –patentes en las negaciones durante la pasión- se muestra, en los momentos trascendentes, abierto a la novedad del Espíritu, y tenaz en los desalientos y sinsabores. Si por su predicción le viene la persecución de las autoridades judías, se mantiene firme; si en su labor evangelizadora no obtiene el resultado deseado, se mantiene constante. Su firmeza, su constancia y su renovada valentía hacen que Pedro sea signo para la comunidad naciente de acogida de la vida nueva de Jesucristo.
Nuestras comunidades cristianas han de tener, también, el arrojo de salir de los muros de la parroquia para anunciar, con obras y palabras, la buena noticia de Jesucristo. Quizás nuestra labor sea difícil y, en muchos momentos, nos parezca infructuosa. Hemos de mantenernos constantes en el afán de anunciar a Jesucristo, de hacer retroceder la injusticia y la mentira, de que todos acojan la fe. Los que son tenaces y constantes, los que están dispuestos a renovarse para cumplir la misión, esos son los verdaderamente imprescindibles.